Los Balcanes y la huella de Kaplan
El libro de Kaplan cubre todos los países de la península balcánica, esto es, Albania, Grecia, Bulgaria, Rumania, Moldavia y tres de las repúblicas yugoslavas: Croacia, Serbia y Macedonia. La lectura es muy grata, ya que combina una revisión histórica con agudos análisis sobre las claves culturales de estas naciones. Todo lo anterior matizado con sus experiencias durante sus viajes por esta región a lo largo de muchos años. Este libro se publicó por primera vez en 1993 y el autor advierte que hay una bomba de tiempo en la región. De allí que La guerra en Bosnia y la posterior crisis en Kosovo no sorprendiera a los lectores de Kaplan.
El capítulo de las tres repúblicas yugoslavas fue una verdadera guía en mi primer viaje a la zona, aunque no fuera este el objetivo del libro, fui siguiendo las huellas de Kaplan en cada una de las ciudades. Por ejemplo, generalmente partía sus capítulos contando como había llegado a la ciudad, como eran los trenes o autobuses. Describía con detalle los hoteles donde paraba, las iglesias, las calles, etc. Fue muy impactante llegar y comenzar a ver la ciudad con sus ojos, ya que efectivamente la estación de trenes de Zagreb era preciosa y a la derecha estaba el hotel Esplanade y un poco más allá la estatua de Strosmayer, un religioso que trató de unir a las iglesias cristianas católica y ortodoxa. Y así la ciudad se me fue relevando con la mirada de Kaplan. Lo curioso es que el libro de Kaplan, por su parte, sigue la ruta que hiciera Rebecca West en "Black Lamb and Grey Falcon”, un libro del mismo género publicado en 1941. A su vez Rebecca West hace el recorrido imaginario que hicera otro clásico, John Redd, quien escribió en 1915 "War in Eastern Europe", tambien basado en sus viajes por los balcanes.
Lo más curioso de esta posta de libros de viajes es que las preguntas muy parecidas y las pocas respuestas tampoco varían mucho, a pesar de que son libros de viajes a lo largo de casi un siglo, mientras tanto las fronteras fueron cambiando desde los imperios Austro-húngaro y Otomano hasta las actuales repúblicas, pasando por distintas las formulas probadas durante el siglo.
Así fui recorriendo las ciudades en mi primer viaje. Algunas veces me quedé en los mismos hoteles que Kaplan y pude mantener una conversación interna con los viajeros anteriores. Durante el viaje coincidí permanentemente con mis interlocutores imaginarios en que la historia deja una estela en esta zona muy fuerte y marcada. Las huellas de la historia que se pueden observar en situaciones cotidianas. Me refiero a pequeñas señales, nombre de calles o simples anuncios públicos. La historia aquí tiene un sentido distinto, se vive con una intensidad y cercanía mayor. Por ejemplo, en algunos lugares turísticos se señalan fraseos del tipo, “aquí fue derrotado tal o cuál héroe nacional por parte de las sanguinarias fuerzas turcas”. Es como si en las ciudades latinoamericanas se pusieran carteles del tipo “aquí fueron masacrados los indígenas por parte de las malvadas fuerzas de la corona española”. Lo que me llama la atención no es la huella de la historia, siempre necesaria, sino la agresividad en la manera de recrearla. Además de que en las conversaciones cotidianas se habla de los turcos como si se hubieran retirado antes de ayer. Para comprender el conflicto en Kosovo, por ejemplo, este aspecto es central. La gran batalla en que los serbios perdieron ante los turcos, en el año 1389, se recrea como si fue ayer.
Respecto a los conflictos más recientes, en Croacia se puede ver lo mismo respecto a los serbios. Por ejemplo en Dubrovnik, la ciudad más turística de Croacia, hay letreros públicos con el mapa exacto de cada una de las bombas que les cayeron, con frases del tipo “ esta es la huella de los ataques perpetrados por las fuerzas salvajes del ejercito serbio”.
Lo cierto es que las huellas de la guerra son muy fuertes y se pueden sentir en cada esquina y en cada conversación. No solo de los conflictos recientes, sino de toda la accidentada historia de esta región. Allí te hablan de las incursiones tártaras, turcas, del imperio austrohúngaro, como algo vigente, no como recreación de episodios históricos y lejanos. Es todo lo contrario de América latina, donde el olvido y la falta de memoria histórica es la norma.
Un capitulo aparte merece la huella de Tito, muy presente y controversial. Para algunos es la imagen del padre de la nación, esa nación que sólo él pudo sostener. Para otros es un amargo recuerdo de la etapa comunista. Algunos lo responsabilizan de los actuales problemas de Serbia, por el hecho de haberle dado autonomía a las regiones de Vojvodina y Kosovo.
Así fui llegando a la conclusión, impulsado por una fuerte intuición, de que nunca conocería bien Croacia si no me internaba en los territorios salvajes de Serbia. Aunque no estaba previsto en este primer viaje visitar Serbia y en contra de todas las recomendaciones, cambio los planes y me dirijo rumbo a Belgrado. Conduciendo un coche con patente croata me preguntaba si no sería un error entrar con la bandera equivocada al país equivocado. Me sentía entrando al estadio Sanchez Pizuán con la camiseta del Betis. Desde Dubrovnik, atravesando Montenegro y casi toda Serbia de sur a norte, llego a Belgrado en octubre de 2003.
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